Su fundación es tardía, siendo impulsada en el siglo XV por el Maestre santiaguista Don Juan de Pacheco y materializada por Don Pedro López de Porres, Comendador de Mérida, quien eligió el asentamiento por sus buenas condiciones naturales, dándole el nombre que ostenta, según la tradición, por la abundancia de espárragos silvestres que lo cubrían.