Lo conocíamos sólo mediante fotos en internet. Eran tentadoras y por ese motivo elegimos este alojamiento. Pero nada que ver con la realidad. Ya serpenteando por la carretera que lleva a Trevejo, nos impresionó la imponente silueta del castillo y el promontorio en el que se encuentra situado. El valle tiene una belleza sin igual... LLegas a Trevejo y no dejas de repetir que es el pueblo más bonito de Extremadura, o incluso de España, porque no hay nada que desentone y todo ha sido conservado y rehabilitado hasta llevarlo a su estado original. Todo piedra (granito) y madera. Pero la mejor sorpresa no estaba ni en el valle ni en la fortificación ni en el pueblo. La mayor estaba dentro de los apartamentos A fala: exquisito gusto, esmerada limpieza, instalaciones y mobiliario de calidad, confortabilidad en todas sus estancias... Cafeteras de diseño, regalitos a la entrada, documentación de la zona, bicicletas, barbacoa y horno en el exterior, jacuzzi, camas adoseladas, elegancia..., exquisitez y delicadeza en cada rincón. Sus propietarios estuvieron pendientes de nosotros en cada momento, sugiriéndonos rutas, piscinas naturales, gastronomía de la zona y compra de delicatessen de la zona en la bonita taberna de Trevejo, en la que, por cierto, compramos aceite virgen extra, uno de los mejores del mundo y nos hicimos unas tostadas de muerte por la mañana... También compramos cremitas y licores en la taberna. Todo estupendo. También le dimos más gusto a nuestros sentidos bañándonos en sus cristalinas piscinas naturales, sintiendo el agradable aroma de la higuera en agosto, observando a los patos juguetear por los ríos, comiendo tencas, cabrito y productos de los huertos Nos dijeron los auténticos habitantes del pueblo, amables y hospitalarios como ningún otro, que Trevejo y la sierra de Gata consigue su máximo esplendor en el otoño, cuando los extensos bosques de robles y castaños se tornan en ocres, rojos, amarillos y verdes y que es todo un espectáculo para los sentidos