Sobre una eminencia del terreno, abrupto y estéril, asomándose al valle del Cañamares, que paulatinamente se va ahondanando entre los estratos rocosos, vemos el caserío de La Bodera, cobijado en la vertiente meridional de la alta peña de la Bodera, un imponente murallón pétreo de 1408 metros de altitud.
Estuvo incluida esta aldea en el Común de Villa y Tierra de Atienza, desde el siglo XI al XV, en que pasó al territorio de Jadraque, y con él llegó a las manos de la familia Carrillo en 1434, a la que se lo donó el rey Juan II de Castilla, y posteriormente a las de la familia Mendoza, dueña, entre otros territorios de Guadalajara, de este Condado del Cid o señorío de Jadraque, en cuyo sesmo de Bornoba estuvo incorporado este pequeño lugar, que hoy mantiene un escaso número de habitantes dedicados al pastoreo y algo de la agricultura.
Sobre el patrimonio cabe decir que existen curiosos ejemplares de arquitectura popular, construidos a base de piedra y maderas bastas, pero con una firme raíz en la tradición de la serranía de Atienza. Es muy singular ejemplo de pueblo serrano, con su trama urbana perfectamente conservada, así como la peculiar arquitectura de sus edificaciones. Se construyen a base de piedra caliza, cortada en sillarejo, y cubiertas de pizarra y gneis, con portones adintela-dos, amplia plaza Mayor con fuente central, y todo el pueblo con un antiguo pavimento de canto bien ordenado. Aparte de algunas ermitas curiosas en el contorno, destaca en el centro del pueblo la iglesia parroquial, construida con sillarejo y lajas pizarrosas. Presenta una espadaña-torre a poniente, y sobre el muro sur muestra su portón adovelado y semicircular, siendo precedida de un atrio descubierto.