Durante el mandato del obispo Grau, se construyeron las dos primeras plantas hasta el piso noble. En el año 1893 se paralizan las obras.
En 1913 fue consagrada la capilla, y el año 1956 se reempren de forma definitiva las obras para finaliza el palacio, se termino en el 1961, con el obispo González Martín.
Está orientado de Sureste a Noroeste, y apoya el lateral Nordeste sobre la antigua muralla. Su volumetría es cúbica, con cuatro torres cilíndricas y dos salientes fundamentales: el pórtico de acceso de arcos paraboloides abocinados, y el ábside de la Capilla, de marcado estilo gótico.
Tres de los torreones son de idénticas dimensiones, excepto el orientado hacia el Norte, cuyo diámetro es mayor por albergar la escalera principal del edificio.
Su cromatismo grisáceo, de piedra granítica de Montearenas le hace destacar sobre la rosácea catedral. Tres ángeles de zinc permanecen en el jardín que rodea al palacio sin haber podido ser colocados en lo alto de la cubrición.
El interior sigue las pausas volumétricas del exterior. Destaca la habilidad que tuvo para dotar a los diferentes pisos de gran luminosidad.
El foso se torna en un elemento de iluminación de los sótanos, y en los pisos principal, noble y ático, las vidrieras cumplen a la perfección.
Cada planta está ambientada según su función: los sótanos no tienen mayor decoración que la bicromía entre la piedra y el ladrillo de las bóvedas.
Los pisos superiores emplean tanto el enfoscado blanco como el sillar granítico. El toque decorativo lo pone la cerámica de Jiménez de Jamuz, vidriada en los principales salones, y hábilmente colocada en las aristas de los arcos y en los nervios de las bóvedas de las dos principales plantas.
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