El mar es la fuente de riqueza y el espejo donde se mira este municipio de formas suaves y serenas que crece cada año gracias a los ingresos de la pesca y el turismo. Cultura castreña y necrópolis tardorromanas son los restos del pasado que aún conserva O Grove. Estuvo sometido a la jurisdicción de la Iglesia compostelana desde el siglo VI y hasta el XIX, como una parte de la tierra de A Lanzada.
Desde el punto de vista artístico destacan las casas de estilo modernista en la capital, la iglesia de San Martiño (s. XVI) y la de San Vicente (1770). En la isla de A Toxa se levanta una ermita a San Sebastián, recubierta de conchas de vieira (s. XII).
La mayor parte de sus vecinos viven gracias a la pesca y al marisqueo de almejas, berberechos, ostras y navajas que aún se explotan con métodos artesanales. El marisqueo a pie lo hacen las mujeres con la marea baja, mientras que el marisqueo a flote lo hacen los hombres desde las dornas. Además de esta pesca artesanal, el cultivo de moluscos en viveros flotantes o bateas -especialmente de mejillón- supuso una importante transformación en la explotación del mar desde 1947.
La agricultura es de autoconsumo; los cultivos principales son maíz, patata, repollo, cebolla y tomate.
Un capítulo importante de su historia es la lucha por la propiedad y explotación de la isla de A Toxa. Los vecinos de O Grove siempre la utilizaron para el pastoreo de ganado y como abastecedora de leña, servicios por los que desde el siglo XV el arzobispo Alonso de Fonseca, dueño de la isla, les hizo pagar un tributo. En el XVI comenzaría una larga carrera de pleitos que se fallaron siempre a favor de los habitantes de O Grove, hasta el siglo XIX en que fue reconocida su propiedad a particulares que la convirtieron en centro turístico a partir de un balneario.