Su casco urbano se asienta en un barranco que parte de la carretera, posee cierta particularidad al hallarse sus casas prácticamente colgando del precipicio; calles estrechas y sinuosas que serpentean para adaptarse a los desniveles del terreno.
La iglesia parroquial se encuentra en la parte baja del pueblo, con fachada de ladrillo rojo. Existió un templo dedicado a la Visitación que fue derribado por su inminente ruina, de estilo mudéjar.
En la entrada del pueblo, coronando una suave colina, se encuentra la ermita de San Vicente Ferrer, patrono de la localidad.
Su peculiar nombre proviene de un cruenta batalla que tuvo lugar entre las dos poblaciones vecinas de Arándiga y Mesones, entre las tropas de Pedro IV de Aragón y los unionistas, ya que tras la encarnizada lucha no quedó ni huella.