Aunque a primera vista pudiera parecer mucho más reciente, la historia del Faro de Maspalomas comenzó a gestarse allá por 1861. De esta fecha data un informe de la Comisión de Faros sobre el complemento del alumbrado marítimo de las Islas Canarias, en el que se propone la construcción prioritaria de este faro, considerándolo de Primer Orden. Su destino, era servir de recalada a todas las líneas de vapores tanto de África y Oceanía como de América, y también a los barcos que faenaban en las pesquerías de la costa del continente africano.
El proyecto de esta obra se debe a Don Juan León y Castillo, y de su lectura se desprende una serie de interesantes detalles que nos permiten acercarnos a la pequeña historia de este faro. La elección del lugar donde se asienta fue considerada la idónea ya que se encontraba cerca de la desembocadura del barranco, en una zona libre de dunas, con un subsuelo que permitía la cimentación sobre el nivel de la marea máxima, con una torre de 56 metros de altura hasta el foco del aparato.
Pero la imagen que presentaba esta parte de la isla en aquellos años era muy diferente a la actual. Esta zona era, casi desconocida, incluso para los mismos isleños, por encontrarse en su parte sur, que es la más despoblada, y donde sólo existen pequeños caseríos de muy escasa importancia. De esta forma, y al no existir vías de comunicación, para poder levantar este edificio fue preciso construir un pequeño muelle por donde arribaban los materiales procedentes de la capital insular. Las obras se iniciaron a principios de 1886, aunque apenas comenzados los trabajos surgirían algunas modificaciones, por problemas en la cimentación y cambios en la piedra elegida para la torre.