Grañón se precia de ser la última localidad riojana del Camino de Santiago, la que entrega el testigo jacobeo a la vecina Castilla. Nació esta villa en los siglos oscuros de la Edad Media por y para el Camino, cuando sus habitantes decidieron bajar del cerro donde se situaba su castillo y poblar el llano. Como Rómulo, sus gentes dibujaron con tiralíneas urbanístico la primera arteria y a ambos lados de la calle trazaron las parcelas donde se levantarían sus hogares.
Hoy, todavía, se mantiene el plano medieval a pesar de que la villa creció y creció a lo largo de los siglos. Su riqueza también se incremento con el transcurrir del tiempo y fruto de ello son los edificios religiosos que se conservan.
Uno de ellos, la parroquial de San Juan Bautista, construido en un gótico muy sobrio, fue adornado en el siglo XVI con uno de los retablos más hermosos nacidos de las manos de los Forment, Beaugrant y otros afamados escultores del Renacimiento.
La decadencia económica de Grañón, fruto de una mala planificación agrícola y de la consiguiente emigración a partir de los años 60 de este siglo y el deterioro de sus obras de arte, debido al desinterés general, hacían de la Villa un lugar sólo conoci-do por sus habitantes de hecho y los que desde el lugar de emigración acudían a pasar el verano.
En 1991, debido a presiones de un grupo de grañoneros, se concienció a la Administración Regional para que tomasen como obra de prioridad urgente la restauración del Retablo Mayor, el dedicado a los Santos Juanes; y el 1 de Mayo de 1993, después de estar todo un mes en exposición permanente en la sede del Parlamento regional acontecimiento que llevó a más de 10.000 personas ante él, volvía a su lugar de origen luciendo la policromía original con todo su esplendor. Había renacido un retablo.