Casas rurales en Morata de Tajuña, Madrid
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Que ver en Morata de Tajuña
Morata de Tajuña se encuentra situada en el sudeste de la Comunidad Autónoma de Madrid. Su término municipal, atravesado por el río Tajuña, tiene una extensión de 45,4 kilómetros cuadrados.
Lo que hoy es la realidad de Morata es consecuencia directa de unos acontecimientos históricos que se remontan al momento en que algunas tribus como los carpetanos decidieron hacer del entorno que nos rodea un lugar para habitarlo.
Posteriormente, civilizaciones como la romana fueron visitantes habituales de estas tierras, situadas en las proximidades de un nudo vital de su red de comunicaciones y muy apropiadas para levantar algunas de sus villas.
Algunos vestigios en forma de restos arqueológicos han quedado de esta presencia romana en los alrededores de Morata hasta que otros pueblos llegados de lejos de la península ibérica ocuparon su lugar.
Los árabes, a quienes debemos su decidida apuesta por aprovechar al máximo las aguas del río, dotaron a la vega morateña de una moderna, para la época, red de riego.
También dejaron su impronta de siglos de presencia entre nosotros hasta en la toponimia del nombre de Morata que ya en los tiempos del avance cristiano por el territorio al sur de la cordillera empieza a aparecer en los primeros documentos escritos.
A partir del siglo XII, ya como territorio cristiano, se empieza a definir con soportes claros la historia de Morata, su donación en época medieval a la familia Portocarrero y su adscripción al señorío del todopoderoso arzobispado de Toledo como el resto de la mayoría de las villas y aldeas del entorno. Morata, sin embargo, a diferencia de estas villas y aldeas vecinas, no se integró en la Tierra de Alcalá (como sucedió con Perales o Arganda), ni tampoco en la jurisdicción de Segovia (como sucedió con Chinchón).
Posteriormente, los morateños aprovecharon un tiempo de fugaz bonanza económica basada en el cultivo del cáñamo y otras producciones agrícolas y de un importante aumento de la población para conseguir la condición de villa de señorío real. Tras alcanzar su objetivo en 1575, a cambio de un peaje económico de 24000 ducados, mantuvieron su estatus de villa real hasta que en el siglo XVII (1634) el marqués de Leganés adquirió la jurisdicción de Morata y con ella los derechos por los que tanto habían luchado los morateños.
Se inicia así, con la llegada de la Casa de Leganés a Morata, un período de dificultades económicas.
Morata, tras la guerra de la Independencia, se incorpora al siglo XIX, y recibe con alborozo la Constitución de 1812 y la abolición de los señoríos. Sigue siendo una población agrícola, en la que los procesos desamortizadores liberan un número importante de tierras de la bor. La villa ve también como de nuevo el entorno del Tajuña es el epicentro de un cierto proceso industrializador con la instalación de una importante fábrica de papel que da trabajo a muchos morateños.
Será la apertura del ferrocarril, en 1901, el hito que marque la entrada en el siglo XX. Con las vías del tren llega también la posibilidad de explotar con mayor garantías los recursos agrícolas e industriales del municipio que poco a poco, recupera población e incrementa su actividad económica hasta que la guerra civil, sangrienta y destructora en el entorno de Morata y en el propio municipio, frustra por unos años esos intentos de progreso. En los últimos años, Morata ha evolucionado y ha pasado de ser un pueblo eminentemente agrícola a convertirse en un municipio con una actividad económica diversificada pero que, no por ello, deja de tener presente la realidad histórica y los hechos que marcaron su pasado.
Posiblemente el edificio más destacado de Morata sea la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción. A comienzos del siglo XVI se inician las obras de construcción del templo para sustituir a la anterior iglesia -que también pudo levantarse sobre los restos de una antigua construcción de origen árabe-más modesta en tamaño y con elementos góticos que no se han conservado. Diego de Arce dirigió el comienzo de las obras, realizadas en estilo renacimiento, algunos de cuyos elementos han llegado hasta nosotros pese a las reformas y vicisitudes por las que pasó el edificio, incendiado durante la guerra civil.
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