A 84 km al noroeste de la capital de Palencia, cerca del límite territorial con la provincia de Burgos, se emplaza a villa de Prádanos de Ojeda. El pueblo descansa en una de las laderas del Valle de la Ojeda, allí donde el paisaje típico castellano va dejando paso a un panorama de sabor cántabro, cerca de la región de La Pernía. El clima que soporta es algo riguroso, pero sus tierras son fértiles y propicias para la agricultura. Los cultivos principales son los de cereales, patatas, ajos y plantas forrajeras, si bien hoy la actividad económica más importante en Prádanos es la ganadería, de bovino y ovino.
Parece ser que el primer asentamiento humano que se produjo en este lugar fue protagonizado por el pueblo vacceo, y que posteriormente vivieron aquí pobladores celtíberos, romanos, visigodos y conquistadores árabes. Ya en el siglo IX, después de la Reconquista, toda la región fue repoblada con cristianos de otras latitudes. Durante la Alta Edad Media la villa perteneció a los monasterios de San Román, San Millán y San Pedro. En el medioevo el pueblo conoció un notable desarrollo económico debido a sus excelentes comunicaciones, heredadas de las vías romanas que existieron. En el siglo XVII el municipio se dividió en dos barrios, el de San Pedro y el de San Millán.
Prádanos de Ojeda es un pueblo que mantiene la tradición de sus fiestas, entre las que destacan la del patrono, San Cristóbal, el 10 de julio, y la fiesta del Veraneante, en el segundo o tercer fin de semana de agosto. Otras tradiciones que se conservan con gran celo son las gastronómicas, sobresaliendo sabrosas especialidades como las sopas rastrojeras, las jijas, las orejuelas, el asado de lechazo, los tortos y otros dulces populares.