Hay que considerar Vilanova de Prades, en la época primitiva, como un lugar de paso por su situación estratégica y punto de contacto de unas comarcas con otras. Se cree que el núcleo de habitantes de este lugar, al abrigo de la Sierra la Llena, era reducido.
Por documentos del s. XII sabemos que Vilanova tenía un castillo, no de importancia bélica, sino principalmente como lugar de refugio de los que pasaban (recordemos que a menudo los castillos se construían a lo largo de los caminos ). Hay que tener presente que el paso por Vilanova era obligado para mucha gente de las Altes Garrigues, de la Segarra, y para ir y venir del Priorat.
Con la entrada de los sarracenos, es probable que mucha gente de nuestras comarcas marchara hacia el norte de Catalunya hasta llegar a tierras provenzales y el Llenguadoc. Cuatro siglos más tarde, con la Reconquista, este fenómeno se repitió, pero esta vez en sentido inverso, y mucha gente de más allá de los Pirineos volvió para repoblar nuestras tierras del interior. Se movían buscando una mayor libertad de trabajo y un régimen de propiedad más justo, y esto se encontraba en la Catalunya Nova.
Albert de Castellvell, gran personaje militar y de la nobleza, dió Vilanova para poblar a Pere de Avellanes, y a Pere de Pinós, sacerdote, la misma dominicatura. Este hecho tuvo lugar en febrero de 1163. Al mismo tiempo, Pere de Naveta hizo donación a Pere de Pinós de varias propiedades y bienes que fueron de Bernat de Barona, el Castillo de Vilanova y otras tierras de las montañas de Siurana.
Parece que algunos pobladores comprometidos con los sarracenos semarcharon. Entonces se afincaron en la población otros nuevos llegados.
En el año 1324 Vilanova fue integrada en el Condado de Prades, cuando Jaume II lo creó en favor de su hijo Ramón Berenguer. Ante la abundancia de este nombre toponímico en el territorio catalán, se le puso el añadido "de Prades" para evitar confusión y, al mismo tiempo, denotar la dependencia del condado.