Qué ver en Peracense
A sesenta kilómetros de Teruel capital, en dirección S.O., en las estribaciones de la ibérica, a 1.100 metros de altitud y en la cuenca alta del Jiloca, se encuentra Peracense. Su historia está escrita en piedra. La documentación fidedigna gira alrededor de la historia de su imponente castillo, de la Baja Edad Media.
En sus cercanías encontramos restos de puentes y calzadas romanas y si algún valor tiene la toponímia, hemos de decir que la población celtíbera culturizada por la romana, debió ser la primera raíz del poblado. Restos de rudimentaria edificación han sido encontrados en el término de Villeta, los Villares, Las Villarizas...; tierras más tarde pasadas y cultivadas por los árabes. Al cesar el señorio musulmán, a raíz de la Reconquista llevada a cabo por estas tierras camino de Teruel y hacia Valencia por Alfonso II de Aragón y luego por Jaime I, es cuando va a considerarse Peracense como punto estratégico para la defensa contra las incursiones castellanas. Bastión inexpugnable formado desde el torreón de San Ginés, castillo de Peracense, castillo de Ojos Negros, Tornos, Used... que cierran el límite con Castilla desde la Comunidad de Daroca hasta la de Albarracín.
La Sierra Menera, forma parte de las estribaciones sur occidentales de la cordillera Ibérica, a partir del Moncayo, tiene su mayor elevación en el cerro de San Ginés. Este cerro de 1.605 metros de altitud, que contemplado desde la planicie del Alto Jiloca aparece como un coloso gigante que vigila y domina extensas tierras y pueblos, tiene resonancia histórica en el medievo aragonés, entre otras cosas por ser punto o mojón, límite de tres comunidades: las de Daroca, Teruel y Albarracín. En la cima de San Ginés, corte oblicuo de cono truncado, existen las ruinas de un gran torreón o fortaleza guerrera, sin duda construido como atalaya privilegiada de comunicaciones que la Comunidad de Daroca mandó destruir a finales del siglo XIV. En la cumbre nos encontramos, a pocos metros de la cima, con una pequeña ermita, pequeña en su volumen y valor arqueológico, pero grande en cuanto al contenido espiritual que alberga durante siglos.
