Zaragoza ofrece a sus visitantes un rico patrimonio histórico-artístico, fruto de sus más de dos mil años de historia. Iberos,romanos, musulmanes, judíos y cristianos han dejado huella de su paso por la capital, haciéndola merecedora del título de «Ciudad de las Cuatro Culturas».
El desarrollo urbano de Zaragoza arranca de su fundación como colonia romana entre los años 19 y 15 a. de C, con el nombre de Cesaraugusta, en honor de su fundador, el Emperador César Augusto. El trazado de la ciudad romana se mantiene apenas modificado en la propia planta del casco antiguo de la capital, entre el Coso y el Ebro. Se conservan además restos de sus murallas, cloacas, teatro, pavimentos y magníficos mosaicos que nos recuerdan la importancia que en su momento tuvo la colonia.
La vida social y cultural seguirá siendo esencialmente romana durante toda la época visigoda hasta el año 714, en que es conquistada por los musulmanes; a partir de entonces será llamada Saraqusta y también «AIBaida», que quiere decir «La Blanca». La ciudad se convierte en centro cultural brillante, del que saldrán figuras tan relevantes como el filósofo Avenpace, maestro de Averroes. Ya en el siglo XI, en época de taifas, se construye el palacio de la Aljafería, uno de los monumentos capitales del arte hispano-musulmán y que hoy podemos visitar tras una laboriosa restauración.
En el año 1118 la ciudad es conquistada por los cristianos al mando de Alfonso I el Batallador. Desgraciadamente, los restos románicos que hoy conservamos se reducen a un pequeño tímpano empotrado en la fachada de la basílica de Nuestra Señora del Pilar y parte de los ábsides de la Catedral de San Salvador.
La pacífica convivencia de las tres grandes religiones en la ciudad tiene su reflejo material en el arte mudéjar, fruto de la armónica unión de elementos musulmanes y occidentales. Hay que tener especial hincapié en las torres de las iglesias gótico-mudéjares, que dotan a Zaragoza de un perfil característico: las torres de las iglesias de San Pablo, San Gil Abad, San Miguel de los Navarros, Santa María Magdalena y el cimborrio de la Catedral de San Salvador se levantan aún jalonando el paisaje urbano de la capital.
Durante el siglo XVI asistimos al crecimiento urbano y económico de la ciudad, hasta el punto de ser conocida como Zaragoza «la Harta». Los viajeros que la visitaron nos han dejado el testimonio de la belleza de sus edificios, su riqueza y su cosmopolitismo. En estos años se consolida el tipo de palacio aragonés, que seguirá vigente durante siglos, en los que destacan las fachadas y los patios. Podemos admirarlos todavía en los palacios de la Lonja, de Don Lope, de los Condes de Morata, de Sástago, en el patio de la Infanta y en otros, sin olvidar la fachada de la iglesia de Santa Engracia, de patrocinio real.
Al predominio de la arquitectura civil. en el siglo XVI. le sucede el de la arquitectura religiosa, durante los siglos XVII y XVIII.
La Zaragoza barroca verá levantarse la basílica de Nuestra Señora del Pilar, las iglesias de Santa Isabel, San Felipe, San Carlos Borromeo, la Mantéría y otras; además, se llevaron a cabo numerosas reformas en otras ya construidas. De época neoclásica hay que destacar el Palacio de los Condes de Gabarda, iglesias como la de San Fernando de Torrero y de la Santa Cruz, así como las obras impulsadas por el ilustrado don Ramón de Pignatelli, entre ellas la construcción del Canal Imperial de Aragón.
Zaragoza fue también la ciudad en la que Francisco de Goya realizó su aprendizaje y sus primeras obras; la basílica de Nuestra Señora del Pilar, el Museo Camón Aznar y el Museo Provincial de Bellas Artes acogen sus pinturas.
Durante la guerra de la Independencia, la ciudad sufre los asedios del ejército napoleónico, que tuvieron fatales consecuencias.
Las pérdidas de vidas humanas, de edificios y de obras de arte, la convirtieron prácticamente en un solar. Poco a poco, con el esfuerzo de sus habitantes, una nueva ciudad irá surgiendo de entre las ruinas, e impulsada por la Revolución Industrial nacerá la Zaragoza del siglo XX. Tomando como modelo el urbanismo francés, se trazarán grandes avenidas y plazas jalonadas por edificios de estilo historicista, ecléctico y modernista: la antigua Facultad de Medicina y Ciencias, el Mercado Central, el Quiosco de la Música y el conjunto levantado con motivo de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 son algunos de ellos.
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